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No existe la ciudad turística

Nunca existió un concepto de ciudad turística con estrategias similares de ordenación y de conjunto a la concepción de las grandes urbes. Adición, yuxtaposición, suma o aglomeración son, entre muchas otras, herramientas comunes en la composición de los territorios turísticos muy alejados de la idea de red o infraestructura urbana. Estas grandes piezas que colonizan el territorio, encontraron su escala al intentar hacerse con enormes porciones de terreno en medio de la nada conectadas cual hilo umbilical con una vía de acceso. En Tenerife años 80 se construye la vía rápida de conexión con la capital colocando las aisladas zonas del sur en el mapa a apenas cuarenta y cinco minutos del aeropuerto y de Santa Cruz de Tenerife. Por supuesto, era imposible vislumbrar entonces la incapacidad que tendrían estas grandes parcelas de integrarse en un tejido mucho más denso y complejo como el actual.

Como resultado, en la actual trama es imposible establecer una jerarquía o entender donde están los llenos y vacíos, Se trata de un crecimiento por agregación de piezas autónomas cuando no autosuficientes que no se relacionan con el contexto y que incluso lo niegan al cerrarse en sí mismas con prevalencia del espacio privado frente a lo público. Ante este cerrazón es complicado «meter mano» para hacer de este lugar una verdadera ciudad turística donde trabajadores y turistas compartan un mismo espacio comprensible, deseable y estructurado. Un lugar resiliente capaz de adaptarse a los cambios, las perturbaciones inesperadas, fluctuaciones de turistas, y recuperar su forma incluso viéndose fortalecida en el proceso.

Una ciudad turística sostenible en el uso de sus recursos y en su forma, donde el complejo turístico continuo se integre en el tejido al servicio del residente para que sus habitantes se sientan orgullosos y fortalezcan sus raíces. Como describía Jane Jacobs los verdaderos guardianes de la ciudad, quienes la cuidan y hacen de ellas un lugar mejor, son sus vecinos. Para esto es necesario configurar un territorio donde la gente pueda vivir, confiar en la convivencia de turistas y locales que no compitan por el medio sino que lo compartan, y que en esos encuentros en el espacios se enriquezcan así como revaloren el lugar que ocupan.¿Cómo no vamos a querer cuidar de nuestros hogares, empezando por la puerta de nuestras casas, nuestras calles y nuestros salones al aire libre, las plazas, los parques y las playas?