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A Tenerife también ha llegado el Jane´s Walk

[r6_text icon=»fa-map-marker»]Barrio de Duggi, Santa Cruz de Tenerife[/r6_text]

A Tenerife también ha llegado el Jane´s Walk. La labor que Janes Jacobs realizó supuso un cambio de paradigma a la hora de entender las formas de actuar en las ciudades, los agentes que intervienen, de redefinir el urbanismo que hasta los años 50 se estaba llevando acabo por planificadores que asumían modelos esquemáticos ideales que, según ella contribuyeron a la destrucción del espacio público. Jacobs destacó por su activismo en la organización de movimientos sociales autodefinidos como espontáneos y defendía fervientemente que las personas que habitan en un barrio son las que mejor entienden cómo funciona y que su conocimiento es necesario para mejorarlo y fortalecerlo. Esto precisamente es lo que este fin de semana hemos querido conmemorar en 511 ciudades del mundo. En Santa Cruz de Tenerife Impulsarq ha salido a pasear en contacto con el entorno y con sus habitantes donde se han generado complicidades y creado un verdadero espacio en la ciudad donde poder entender su evolución, éxitos y fracasos.

Este encuentro multidisciplinar estaba embriagado por el entusiasmo de las vivencias de familias que habitan Pasajes y Ciudadelas, construcciones típicas de la expansión popular hacia el Oeste del casco histórico de la capital a principios del s. XIX y que una vez fueron la identidad del barrio de Duggi. Un modelo de viviendas mínimas entorno a patios donde a pesar de sus reducidas dimensiones y de las carencias de salubridad se fomentaba el encuentro y el intercambio entre familias que compartían espacios comunes y donde todos podían gozar del exterior, la vegetación, la luz. Por desgracia, estas construcciones carecen de valor para los dirigentes de la ciudad que no son capaces de imaginar como devolverles la vida, cambiarlas de uso, dárselas a la comunidad que con tanto cariño las recuerda. Su demolición y sustitución por garajes, más espacios para el automóvil parece ser el inminente futuro.

El juego, la comida, el trabajo, todo se compartía en este barrio diverso, donde la riqueza de su mezcla de usos nutría de vida el espacio público. Por el contrario, hoy en día el 85 % de sus calles están cubiertas de asfalto, los aparcamientos han hecho desaparecer las plazas, los montículos, los arboles que daban sombra…Todo esto en boca de sus habitantes que añoraban como corrían a comer las frutas de los campos de hacendados extranjeros de la época que nos recuerdan el intercambio multicultural que caracteriza a la isla, y hace más incomprensible su cerrazón e incapacidad de acciones de cambio hacia un futuro mejor.

De la misma manera que los urbanistas abogamos por un transporte público más eficiente que nos permita devolver las ciudades al peatón y fomentar de nuevo la vida en las calles, los usuarios, los habitantes, demandan que les sea devueltos esos lugares donde corrían, esos árboles bajo cuyas sombras pasaban las horas, esas escuelas públicas de calidad que no estaban sobrecargadas de alumnos y entorno a las cuales la comunidad, el barrio entero se involucraba y participaba en sus actividades. Las quejas de estos vecinos no distan de lo que nos enseñan en las escuelas de arquitectura. Sin embargo, existe aún un largo camino que recorrer para que ciudadanos y expertos nos entendamos. Los arquitectos necesitamos utilizar un lenguaje que nos acerque a la sociedad que demanda nuestros servicios, al mismo tiempo que la sociedad necesita creer que los cambios son posibles y sobre todo que está en nuestras manos. Por ello agradecemos a Rodrigo Vargas, su esfuerzo para organizar este evento que nos ha acercado los unos a los otros, y a Zenaido Hernandez por sus relatos para desvelarnos la historia del lugar.